Me quedé con el invierno entre los dedos,
pero,
aquí sigo,
viendo a cada rato
el espejo de mi alma,
buscando tu alma,
imaginando que alimento tu alma
de palabras no dichas,
de letras nunca pronunciadas,
esas que se fecundan con los ojos cerrados.
Apretando fuerte el corazón para que en el viento logres escucharme.
Estoy aquí,
viendo tu historia,
contándome mi historia,
inventándome la historia,
para ver si consigo por error
convencer al destino
de cambiar la última página,
o de revelarme a Dios
y escribirla yo mismo
con la miel de tu mirada.
Pero,
aquí estoy,
solo,
entre las paredes de cristal del tiempo,
atrapado,
hundido,
llamado a morir,
esperando.
Estoy aquí,
con el corazón clavado a la pared,
sin piedad,
con las espinas metidas en las manos,
con una lanza de olvido atravesándome el pecho,
estoy aquí,
sin ladrones que me pidan que me salve,
agonizando.
Pero,
sigo aquí,
alucinando tu sonrisa entre las nubes,
esperanzado a que mañana,
Dios derrita tu silencio.